martes, 10 de diciembre de 2013

F for Fake is over




Orson Welles esta disfrazado con una capa y un sombrero mira al espectador y le dice que durante la siguiente hora todo lo que verá es realidad. Una mujer hermosa pasea por las calles de una ciudad europea, todos los hombres la ven, sin embargo no pueden percatarse de que ellos también están siendo observados. La ultima película de Welles es una oda a la trampa, al engaño y al arte, su valor y su legitimación; el film describe de forma cuasi documental la vida del falsificador de arte Elmyr de Hory y su biógrafo el también tramposo Clifford Irving, quien durante la producción del film perpetro un engaño, al crear una falsa biografía de Howard Hughes el excéntrico magnate. Diversos niveles de trama se tejen en este film, mientras escuchamos y vemos como es que de Hory ha vendido sus pinturas a cientos de coleccionistas e instituciones, también vemos una pelea de egos entre el biógrafo y el falsificador. El valor del arte queda al descubierto y nos hace preguntarnos si es necesario que las pinturas elaboradas por de Hory sean descubiertas, dado que la experiencia artística que evocan es la misma aunque no sean del autor original, Barthes nos dice lo mismo en la muerte del autor, hay que alejarse del autor  para evitar cerrarnos a las lecturas, si una pintura es hermosa y tiene las cualidades que permiten una experiencia estética e intelectual que diablos importa si la hizo Elmyr de Hory o Cezanne. El autor de desvanece al igual que las tramas en la película, se van desdibujando lentamente, cuando la historia de Pablo Picasso y Oja Kodar inicia, nosotros la creemos fielmente, hasta que el mismo Orson Welles siempre hablándole al espectador (muy Bretchtiano) nos recuerda que su promesa fue una hora de verdad y los pasados 17 minutos han sido un elaborado engaño, que nos han puesto a dudar de toda la trama, siendo fiel al espíritu del falsificador Elmyr de Hory.  Lo más increíble de esta película es como se tejen una maraña de mentiras, la ficción se complementa y se vuelve real, el arte queda descubierto como el gran y maravilloso engaño que es.

Eduardo Salazar Martínez

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