Orson Welles esta disfrazado con una capa y un
sombrero mira al espectador y le dice que durante la siguiente hora todo lo que
verá es realidad. Una mujer hermosa pasea por las calles de una ciudad europea,
todos los hombres la ven, sin embargo no pueden percatarse de que ellos también
están siendo observados. La ultima película de Welles es una oda a la trampa,
al engaño y al arte, su valor y su legitimación; el film describe de forma
cuasi documental la vida del falsificador de arte Elmyr de Hory y su biógrafo
el también tramposo Clifford Irving, quien durante la producción del film
perpetro un engaño, al crear una falsa biografía de Howard Hughes el excéntrico
magnate. Diversos niveles de trama se tejen en este film, mientras escuchamos y
vemos como es que de Hory ha vendido sus pinturas a cientos de coleccionistas e
instituciones, también vemos una pelea de egos entre el biógrafo y el
falsificador. El valor del arte queda al descubierto y nos hace preguntarnos si
es necesario que las pinturas elaboradas por de Hory sean descubiertas, dado
que la experiencia artística que evocan es la misma aunque no sean del autor
original, Barthes nos dice lo mismo en la muerte del autor, hay que alejarse
del autor para evitar cerrarnos a
las lecturas, si una pintura es hermosa y tiene las cualidades que permiten una
experiencia estética e intelectual que diablos importa si la hizo Elmyr de Hory
o Cezanne. El autor de desvanece al igual que las tramas en la película, se van
desdibujando lentamente, cuando la historia de Pablo Picasso y Oja Kodar
inicia, nosotros la creemos fielmente, hasta que el mismo Orson Welles siempre
hablándole al espectador (muy Bretchtiano) nos recuerda que su promesa fue una
hora de verdad y los pasados 17 minutos han sido un elaborado engaño, que nos
han puesto a dudar de toda la trama, siendo fiel al espíritu del falsificador
Elmyr de Hory. Lo más increíble de
esta película es como se tejen una maraña de mentiras, la ficción se
complementa y se vuelve real, el arte queda descubierto como el gran y
maravilloso engaño que es.
Eduardo
Salazar Martínez
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