Eduardo
Abaroa es un artista mexicano que ha estado activo desde principios de la
década de 1990. Miembro fundador del espacio Temístocles 44 ha tenido diversas
exposiciones colectivas e individuales dentro y fuera del país, desde hace
algunos años es parte de los artistas de la galería Kurimanzutto y parte del
comité fundador de SOMA.
Con
este curriculum detrás podemos ver que Abaroa, forma parte de una generación de
artistas que actualmente gozan de un estatus privilegiado en el circuito
mexicano del arte contemporáneo. Durante sus primeros trabajos Abaroa mostraba
un humor, característico de la producción artística de esos tiempos, ejemplo de
eso es una de las piezas que nos interesan para este ensayo: Obelisco roto portátil (para mercados
ambulantes) de 1993. Esta escultura hecha con los mismos materiales que
usan los vendedores ambulantes, los tiangueros o tianguistas, es una reinterpretación de Broken Obelisk de Barnett Newman que
hizo en 1963. Las esculturas de Barnett se encuentran en diferentes lugares,
afuera de la Rothko Chapel en Houston, Texas y claro en el MOMA, lugares
sagrados del arte. Representación clara de la modernidad, o la caída de esta, el
obelisco roto funge como símbolo de la derrota. El remake de Abaroa, sin
embargo tiene otra lectura, originalmente fue concebido para estar justo en el
espacio público; si bien entendemos que los museos donde se encuentran los
originales son espacios públicos, el artista lo lleva a su ultima consecuencia,
el espacio público fuera de la institución, hay un desplazamiento de la obra de
arte, que va del museo a la calle[i]. Los materiales del remake claramente no
son los mismos, sino que tienen la función de tener la misma estética que los
puestos a su alrededor, debería de mimetizarse con el entorno esta escultura y
ser parte del paisaje urbano.
Esta
pieza puede ser comparable con otra realizada por el artista en el año 2006,
durante el solsticio de otroño, Stonhehge
sanitario fue una recreación del mítico monumento prehistórico Stonhenge
ubicado en Salisbury, Inglaterra, pero en vez de los monolitos de piedra, el
escultor utilizo baños portátiles para recrear la formación de las piedras
octogenarias. De igual forma se improvisó un “solsticio de otoño” con un
reflector, esto para simular la sensación de un amanecer más largo, y recrear
las funciones de la formación original[ii].
Así como en Obelisco roto, Eduardo
Abaroa pone a funcionar materiales ajenos con un toque de humor negro, la
inminente carga simbólica y el peso histórico de la construcción original
quedan relegados y ahora son únicamente reconocibles por la forma en la que los
baños están colocados. El uso de materiales poco comunes y hasta “vulgares” son
usados para estas recreaciones que pretenden romper con el peso simbólico y
solemne del arte y la percepción histórica, en ese sentido Abaroa pretende con
su discurso denostar la inestabilidad de nuestra historia y las implicaciones
culturales de esta, el uso de espacios públicos para la colocación y
activación, igual denota una preocupación (sesgada) por incluir a un espectador
diferente al del circuito del arte contemporáneo, la idea detrás de estos
remakes históricos de objetos y símbolos importantes de la alta cultura, es que
se ajusten a las condiciones estéticas y simbólicas de la cultura de masas, el
público no iniciado en situaciones artísticas; sin embargo, al final el
producto artístico de Abaroa llega al sector comercial cultural por medio del
mismo objeto artístico, es el caso de Obelisco
roto, que forma parte de una colección de arte privada, o Stonghenge sanitario, cuyo proceso fue
documentado fielmente y presentado en la Sala de Arte Público Siqueiros[iii].
Algunas
de las preocupaciones del artista salen a flote, su interés por los símbolos artísticos
e históricos y su afán de subvertirlos por medio de los materiales y el cambio
de contextos expositivos se hacen evidentes en estas dos piezas, es por eso que
el proyecto Destrucción completa del
museo de antropología, obra reciente del artista que se expuso en la galería
Kurimanzutto en el 2012, a pesar de tener ejes temáticos parecidos a los
proyectos anteriormente mencionados, se escapa y se vuelve una obra complicada
y conflictiva.
La
propuesta de este proyecto es como lo dice el titulo, plantear la destrucción
del emblemático museo: galerías, espacio de oficinas y el patrimonio que se
encuentra en el, con ello Abaroa pretende hacer un comentario critico sobre la
institución museística, el paternalismo de estado y los abusos de este hacia la
comunidad indígena, mientras que por otra parte se valida a sí mismo y la
identidad nacional gracias al patrimonio prehispánico de los pueblos originarios
del país[iv].
A pesar de todas estas intenciones y la investigación de dos años que le llevo
al artista este proyecto, las piezas resultantes y el conjunto en general que
integrarón esta exposición quedan demasiado lejos de una realidad histórica que
azota al país, se queda todo en la intención, de nuevo, de hacer una practica
artística con contenido politizado que no genera más acercamientos. Si bien
esta propuesta se basa en un conjunto de planos arquitectónicos y lo que serían
escombros de la destrucción del museo, cada uno de estas esculturas o detritus
de las obras prehispánicas destruidas, son obviamente objetos perfectamente comercializables,
de igual forma la curaduría busca hacer hincapié en la desigualdad étnica y
abusos de autoridad que han existido contra los indígenas, renombrando las
salas del museo con matanzas ocurridas en diversos grupos, ahora bien, el
problema central no es que nos horrorice la idea de mandar a tirar un espacio emblemático
para los mexicanos, de hecho eso es lo que le falta a las piezas: generar
sentimientos encontrados respecto a la función del museo y el estado, esto no
es posible en el contexto propio de la exposición: kurimanzutto, una galería
que si bien no funge como el museo de antropología, dentro de sus propias políticas,
cooptan y validan su formación como emblemas del arte culto en México, ¿cómo
puede pretender una exposición como esta hacer una critica a las instituciones
culturales del estado, cuando la galería cumple un rol paralelo?. A diferencia
de Obelisco roto y Stonhenge sanitario, donde Abaroa rompe
un poco con la idea del museo y la solemnidad al usar materiales diferentes y
el espacio publico, aquí hace lo contrario, critica a una institución dentro de
una institución y la deja como en un estanque, solo para observarla.
Abaroa
tiene acercamientos un tanto simples a un tema tan complejo como lo es la
desigualdad racial y el problema de la discriminación y erradicación sistemática
de la comunidad indígena en México, si bien puede realizarse una interesante
observación de estas problemáticas a través de este museo, diseñar su
destrucción tiene un simbolismo que plantea un grupo de preguntas más
especificas: si el museo de Antropología e historia funge como una caja hipócrita
del Estado, ¿no sería lo ideal, en vez de destruir el patrimonio dentro de
este, regresarlo a los sitios a los que pertenece?, recordemos que muchas de
las piezas que están en exhibición fueron tomadas de comunidades indígenas
donde todavía tenían funciones místicas y profundas cargas simbólicas. Otra
pregunta que hacerse, revisando estas tres piezas, es porque de pronto Abaroa
decide meter un contenido tan politizado en su ultimo proyecto; como se
menciona el símbolo cultural, artístico e histórico esta presente en algunas de
las practicas de Abaroa, sin embargo, hasta antes de esta ultima pieza, su
contenido conceptual no estaba mermado por la política (al menos no en una
primera lectura) y mucho menos una política racial y compleja como la que
pretende analizar en Destrucción total.
¿será acaso que la reciente crecida de proyectos de arte político influenció
esta exposición? Podemos observar que incluso algunas de las “esculturas”
presentadas asemejan a las minimales piezas que Teresa Margolles ha creado en
los últimos años.
Si
bien la practica de Abaroa siempre ha estado marcada por cierto humor acido y
una mirada particular hacia los procesos históricos generadores de cultura,
sede ante los planteamientos del arte contemporáneo, Destrucción total del museo de antropología intentó generar una especie
de escándalo o respuesta controversial, pero justamente falló por la ausencia
de ello y un claro desconocimiento del artista del conflicto que intento
abordar, el problema no es que pretendiera destruir un edificio y que incluso
contratara a gente que lo asesoró para planear la demolición, sino que el peso
del símbolo no es suficiente para llegar a una conclusión artística y estética
respecto a la comunidad indígena. Su practica era mucho más interesante, cuando
acercaba la institución a las calles, a un auditorio más allá de la galería,
que hubiera pasado si planteaba este proyecto en algún otro lugar que no fuera kurimanzutto
y en cambio usará el espacio publico. Dentro de este sentido, cabe mencionar la
película de Jesse Lerner “La piedra ausente”, documental que nos narra la
historia del problemático traslado de la escultura de Tlalóc de su original
Coatlinchan a su emblemático sitio actual, la fuente que da la bienvenida al
Museo de Antropología e historia, sobre Reforma.
Eduardo Salazar Martínez

izq. Obelisco roto (para mercados ambulantes). der. Stonehenge sanitario.

columnas, parte de Destrucción total del museo de antropología

vista de sala de Destrucción total del museo de antropología
[i] VV.AA, La
era de la discrepancia: arte y cultura visual en México 1968-1997. Turner
México, p. 406
[ii] Macmasters,
Marry, convocan al solsticio de otoño con un Stonehenge hecho de baños
portátiles, La jornada, 30 de octubre 2006, arte y cultura.
[iii] Boletín en
línea SAPS http://www.conaculta.gob.mx/multimedia/virtual_html/saps/txt7.swf
[iv] Sierra,
Sonia, Abaroa “destruye” al Museo de Antropología, 2012, El universal
No hay comentarios:
Publicar un comentario